Cuando hablamos de violencia hacia la mujer la imagen que nos viene a la mente es el de una paliza, una relación sumisa y controladora a ojos de todos, poca libertad, etc. Cosas, detalles de los que una persona normal se percataría.
La sociedad de la tecnología vuela, cada día hay nuevas aplicaciones para los móviles, juegos, cámaras, redes sociales. Todo un mundo de nuevas creaciones que aparecen a un ritmo desenfrenado y de la que, sobretodo, los más jóvenes se nutren cada día. El asunto es que ese ritmo desenfrenado implica, por un lado, poca capacidad para poder controlar su contenido y adecuarlo a todo tipo de usuarios y, por el otro lado, un cambio obligado en nuestras relaciones. Sería una tontería pensar que las nuevas tecnologías no han influido en la manera de ver, conocer e interactuar con el mundo y que eso no ha generado ningún cambio en nuestra sociedad.
Cada día oigo a más personas que piensan que la violencia contra la mujer está prácticamente erradicada, que los casos que salen están demasiado mediatizados, que las mujeres están sobreprotegidas o que realmente la equidad entre sexos están conseguida. Ahora les propongo pensar en una situación hipotética: Cristina pega a Pedro y María, que está cerca, lo ve y le ayuda. María puede ayudar a Pedro, pero ¿qué pasaría si María no hubiera pasado por allí y Pedro no dijera nada de lo sucedido?
Probablemente, Cristina continuará pegando a Pedro. Esto es lo que ocurre con las redes sociales y el maltrato. El maltrato sigue ahí lo que sucede es que se ha adaptado a las nuevas tecnologías, quizás antes llamara más la atención por la espectacularidad de una pelea o una paliza, pero sigue estando.
Los que trabajamos con adolescentes estamos detectando un nuevo tipo de sexismo muy sutil pero latente que se abre camino mediante las redes sociales. Lo mismo es controlar la hora de llegada a casa de tu mujer esperando despierto en el sofá que mirando la última hora en la que se conectó al Whatsapp, o seguirla que estar pidiendo continuamente la ubicación del móvil, o pedir la llave de su diario que pedir la clave para desbloquear el móvil.
Un gran problema al respecto de esta idea es que los adolescentes están educados y advertidos de cuáles son los indicios de maltrato en una relación cara a cara, como era antes, pero muy poco educados en cuanto a cuál es el límite con las redes sociales e internet. El otro gran problema es cómo podemos detectar los papás, educadores, profesionales, amigos, etc. que, efectivamente, se está dando esa situación y que se está coaccionando o intimidando a través del teléfono móvil. Mirar el contenido del móvil no solo es violento para quien lo hace sino que es ilegal y se castiga como delito. Es más, la mayoría de las veces es difícil de controlar incluso para la propia adolescente.
Pensar que el hecho de que te esté pidiendo una inocente foto para “ver lo guapa que vas” lleva detrás cuánto mide el ancho de tu falda o si te has puesto más o menos maquillaje que cuando vas con él no es tan fácil de detectar.
Entonces, ¿qué nos queda? EDUCAR Y CONFIAR. Estas son nuestras herramientas más potentes. Hay que hablar con ello, por supuesto, pero no solo eso, debemos apartar todos aquellos modelos que en nuestra casa fomenten esa sensación de inferioridad o superioridad de un sexo sobre otro (me da igual cuál, son igual de buenos los dos). Evitar los comentarios del tipo “llorar como una nena” y crear un clima que favorezca que el joven o la joven se alerten cuando algo en una relación salga del patrón de respeto que sería adecuado. Tenemos que revisar qué modelo les estamos inculcando a nuestros niños y adolescentes porque prevenir desde el principio nos ahorrará situaciones incómodas en un futuro.
Alba Psicólogos
Especialistas en violencia desde 1986
Avda. Príncipes de España, 41 (28823 – Coslada, Madrid)
hablamos@albapsicologos.com 91.672.56.82
Imágenes texto: https://pixabay.com/en