¿Qué diferencias hay entre sinceridad y sincericidio?
En las relaciones de pareja, de amistad, de familia… generalmente, valoramos y (por qué no decirlo, necesitamos) que las personas con las que estamos sean sinceras y honestas, pero ¿significa esto que realmente queremos que nos digan la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
Sin duda, la sinceridad es una cualidad bien valorada que hace que confiemos en las personas, del mismo modo que las mentiras nos hacen desconfiar. No obstante, debemos distinguir muy bien entre sinceridad y sincericidio. ¿A qué nos referimos con este término?
Podemos definirlo como el acto destructivo que comete un “kamikaze” de la sinceridad o, lo que es lo mismo, decir lo que uno piensa sin tener en cuenta al otro.
Desde que somos pequeños y comparándonos con un tal Pinocho, nos han dicho aquello de “si dices mentiras te va a crecer la nariz”. Nos han inculcado que debemos ser sinceros, pero ¡NO TODO VALE! Mentir no está bien, o al menos, cuando no hay necesidad de hacerlo. Existe un refrán que dice: “los niños, siempre dicen la verdad”. ¿Por qué? Porque son sincericidas, no se detienen a pensar en cómo sus palabras pueden afectar a la otra persona, es decir, no han aprendido aun lo que es la empatía. Si lo piensas, puede que quizá en alguna ocasión esta verdad de un niño te haya hecho vivir momentos de tierra trágame.
Ahora, trasladándolo a la vida adulta, te invito a pensar en una reunión con amigos. ¿Alguna vez te ha ocurrido algo parecido a lo siguiente?: Estáis hablando tranquilamente sobre un tema concreto y, de repente, PUM, comentario desafortunado, seguido de un “yo es que soy muy sincer@, te voy a decir la verdad te guste o no”. Tu amig@ suelta lo primero que se le pasa por la cabeza, sin controlar realmente lo que está diciendo y, por supuesto, sin tenerte en cuenta. Pero NO querido amig@, dicho comentario, más que un alarde de sinceridad se trata de un ataque gratuito.
Con esto, claro está, ¡no estamos defendiendo la mentira! Como diría Aristóteles “en el término medio está la virtud”. A veces, una verdad no solo no va a servir para nada, sino que puede hacer que una situación empeore.
¿Cómo practicar la sinceridad, pero no el sincericidio?
Por todo lo abordado anteriormente, vamos a ver algunas circunstancias en las que es mejor callarse que ser “sincero”:
- Cuando la verdad es un cero a la izquierda. Cuando era pequeña, tenía un profesor de lengua que siempre nos recordaba un proverbio árabe que dice: “si tus palabras no valen más que tu silencio, entonces cállate”. En ocasiones, recordar la verdad solo sirve para causar daño y, por tanto, es mejor no decir nada. La pregunta ¿va a ser útil lo que voy a decir? Puede servirte para frenar un poco.
- Cuando la persona no está preparada para escuchar la verdad. Puede que tú te quedes tranquilo, pero… ¿qué pasa con la otra persona?
- Cuando antes de soltar “la verdad” dices algo así como “no te enfades, pero…” o “espero que no te siente mal lo que te voy a decir…”. Si dentro de lo que vas a decir existe la posibilidad de que a la otra persona le siente mal y, realmente, no es necesario decirlo, mejor cierra el pico!
- Cuando no es el momento idóneo. Hay verdades que son difíciles de asumir, por lo que decirlas en el momento adecuado, nos ayudará a no causar una herida innecesaria. Imagina soltarlo en mitad de una discusión ¿crees que en ese momento servirá de algo o solo avivará el fuego?
- Cuando se trata de algo que no podemos cambiar en 5 segundos. A esto le llamamos “la regla de los 5 segundos” y nada tiene que ver con el tiempo que puede pasar desde que un alimento roza el suelo… Consiste en que si vemos algo en la apariencia de la otra persona que no pueda cambiar en cinco segundos (por ejemplo, su peso, sus dientes, acné…), es mejor no decirlo. En cambio, si sí puede cambiar en este tiempo (un trozo de comida entre los dientes o una legaña) podemos comentarlo siempre de forma adecuada.
Me gustaría finalizar exponiendo una idea que invite a reflexionar. En la actualidad, las redes sociales están a la orden del día. Si nos ponemos a pensar, en ellas hay, sin duda, un gran número de sincericidas. Cada vez son más los conocidos como influencers que piden respeto, pues tras la pantalla y el anonimato, en multitud de ocasiones, el filtro de lo que es adecuado decir o no, parece inexistente.
Como conclusión, podríamos decir que ser sincero sin ser sincericida es todo un arte, pero podemos empezar teniendo en cuenta que cuando hablamos de sinceridad, no podemos olvidarnos de la prudencia y, por supuesto, de la empatía.
Alba Psicólogos
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