Las relaciones tóxicas pueden definirse como aquellas relaciones cargadas de interacciones negativas en las que, a pesar de existir momentos positivos, son protagonistas el sufrimiento y las dinámicas conflictivas.
Si bien cuando se habla de relaciones tóxicas es común pensar automáticamente en las relaciones de pareja, este tipo de interacciones puede darse en cualquier ámbito de las relaciones interpersonales, como son las amistades, la familia o el trabajo.
Características de las relaciones tóxicas
Una de las características principales de las relaciones tóxicas es el desequilibrio de poder. Es común que uno de los miembros de la relación ejerza poder sobre el otro, que tomará un papel más sumiso. De este modo será la persona dominante quien dictamine el rumbo y los límites de la relación, en ocasiones utilizando el chantaje y la manipulación.
Por otro lado, en estas relaciones es común que el resto de la vida social sea muy limitada. En las relaciones tóxicas existe un alto nivel de posesión entre los miembros, lo que impide que ambos tengan su espacio independiente fuera de la relación.
Se trata además de relaciones muy idealizadas, en las que se tienen ideas poco realistas tanto del funcionamiento de las relaciones en general, como de la forma de ser y actuar de la otra persona.
La característica que sustenta este tipo de relaciones es la dependencia emocional. En las relaciones tóxicas el nivel de dependencia es tan elevado que imposibilita la toma de decisiones libres por parte de sus miembros, especialmente por la persona que se encuentra por debajo en la escala de poder. El miedo a quedarse solo o ser rechazado es tan fuerte que eclipsa todo lo negativo de la relación.
Hay que tener en cuenta que cada relación es única, y no todas presentan las mismas características. A pesar de todo, parece sencillo saber cuándo nos encontramos ante una relación tóxica, entonces, ¿por qué hay tantas personas inmersas en este tipo de relaciones?
Dificultades para identificar las relaciones tóxicas
Puede ser fácil identificar una relación tóxica cuando la observamos desde fuera, sin ser partícipes de la misma. Si se nos preguntara, la mayoría podríamos identificar algún ejemplo de relación tóxica en nuestro entorno sin muchas dificultades. Sin embargo, es más complicado reconocer los signos de este tipo de relaciones cuando se trata de nuestras propias interacciones con los demás. Esto puede tener diferentes explicaciones.
Por un lado, hay que tener en cuenta que ninguna relación comienza siendo tóxica, ya que nos vinculamos a las personas que nos generan emociones agradables y tendemos a evitar aquellas que nos provocan emociones desagradables. Pero a pesar de lo idílico de los inicios, las relaciones evolucionan, y los patrones tóxicos surgen de manera sutil y progresiva. Esto provoca que la persona no sea consciente de lo conflictivo de su relación hasta que los signos son ya muy evidentes.
Por otro lado, a las personas les cuesta admitir sus propios errores. Esto puede facilitar que, aun siendo conscientes de las cosas que no funcionan en nuestras relaciones, tendamos a evitar reconocerlo, para así no tener que enfrentarnos a la sensación de haber fracasado y de haber perdido parte de nuestro tiempo y energía con relaciones que nos generaban dolor.
Además, como se menciona al comienzo de este artículo, la persona dominante suele tener una gran capacidad para el engaño y la manipulación, lo que dificulta que la otra persona sea capaz de ver el tipo de relación en la que está inmersa.
El camino hacia la desintoxicación
Una vez somos conscientes de que estamos manteniendo una relación tóxica con otra persona, ¿qué podemos hacer?
Este modelo de relación crea tal nivel de dependencia que la toma de decisiones puede ser complicada, por lo que es posible que necesitemos tiempo y ayuda externa para ser capaces de entender la situación de forma racional y decidir qué camino queremos tomar. Uno de los pasos fundamentales para conseguir salir de esta situación será el empoderamiento, que nos facilitará la toma de decisiones y nos capacitará de cara a la acción.
Sea como sea hay algo que debemos tener claro: si el sufrimiento domina nuestra relación, no es amor.
Alba Psicólogos
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