Me gustaría empezar este escrito preguntando ¿qué es la violencia de género?, y lo segundo es ¿qué entendemos por violencia de género? Como verán, de lo que entendamos a lo que sea puede ser diferente.
Para que se hable de, y/o se castigue por violencia de género lo primero que tiene que pasar es que haya un hombre y una mujer (no valen otras combinaciones), lo segundo es que mantengan una relación sentimental (hayan convivido o no) y lo tercero es que haya agresión e intimidación con motivo de una discriminación, una situación de desigualdad o una relación de poder de hombres sobre mujeres.
Esto quiere decir que si una mujer pega (humilla, veja, insulta, priva de libertad o cualquier otra conducta de maltrato) a un hombre no se la inculparía de violencia de género (lo que no quiere decir que fuera a quedar impune). Sin embargo, ¿qué ocurre si pasa al contrario?
Hace unos años se cambió el nombre de los Juzgados de Violencia de Género por el de Violencia contra la Mujer lo que nos indica que, al menos, ante la ley no es igual que un varón pegue (insulte, humille, desprestigie, ignore) a una mujer a que lo haga otra mujer o se peguen dos hombres. En el primer caso hablamos de violencia de género en los demás no, pero ¿por qué? Si nos acercamos a la ley que regula la violencia contra la mujer en nuestro país encontramos la raíz del asunto en que históricamente este tipo de violencia se ha dado desde la idea de que la mujer debe ser sumisa y complaciente en lo que a su relación con los hombres se refiere.
Esta idea que parece una simple distinción tiene implicaciones muy serias en la vida real y es que pese a que las mujeres que son maltratadas por sus pareja están “cubiertas” por el Estado, los hombres maltratados no lo están. Es cierto que históricamente el hombre ha sido más libre que la mujer pero eso no quiere decir que debamos abandonar a tantos hombres legal y socialmente desamparados. Con esto no quiero desprestigiar el necesario apoyo que la sociedad brinda a las mujeres que, por desgracia, tienen que vivir eso. Es más un aviso para que no dejemos que vuelva a ocurrir lo mismo en el oro extremo, Es un aviso para ayudar a todos esos hombres que también están atemorizados y que tampoco denuncian, con la diferencia de que a su miedo se suma la vergüenza. Sienten que la sociedad puede juzgarlos como débiles por “haberse dejado maltratar” por una mujer.
Hay une fuerte tendencia a creer que el hombre se deja maltratar mientras que a la mujer la maltratan. Y es que lo que vive un hombre maltratado, en ese proceso de maltrato, es lo mismo con la variante de que es una mujer quien lo maltrata. A mi modo de ver, la mayor diferencia radica no en eso que llaman victimización primaria (las propias agresiones e intimidaciones) sino en lo que viene después, lo que se llama victimización secundaria. Son todas esas agresiones psíquicas, que obviamente no son deliberadas pero que sí tienen efectos en la persona maltratada y que vienen de la relación que la víctima mantiene con los profesionales sanitarios, policiales, judiciales, medios de comunicación etc. Las agresiones sufridas en los hombres suelen ser psíquicas más que físicas por lo que su examen médico se hace mucho más largo y tedioso, los juicios por violencia hacia el hombre no son juicios rápidos, incluso la policía tiene un protocolo de actuación con mujeres y niños maltratados que no tienen en los casos en los que el hombre ha sido maltratado. Ni que decir tiene la etiqueta social que se le carga al hombre de “hombre débil”.
Con esto no estoy diciendo que todos aquellos insertos en el sistema no sean conscientes de la situación, a veces, de discriminación que se genera. Simplemente se rigen por lo que la ley dicta. Y es que hasta que no se modifique la ley esta situación pervivirá y seguirá siendo caldo de cultivo para muchas mujeres que generan denuncias falsas (que es otra forma de maltrato) sobre hombres que no han hecho nada y cuyas vidas quedan marcadas para siempre.
Vuelvo a repetir, e insisto más aún si cabe, de que la intención de este artículo no es menospreciar la ayuda que se brinda a las mujeres que pasan por una vivencia de maltrato, ni echar por la borda el esfuerzo de crear una ley para ese problema concreto, sino generar una conciencia de que la teoría llevada a la práctica no siempre se ajustan tan bien y aparecen efectos que no habíamos tenido en cuente y de que podemos hacer las cosas mejor. La violencia y el maltrato son eso, violencia y maltrato, vengan de quien vengan y es igual de reprochable.
Alba Psicólogos
Especialistas en violencia desde 1986
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