Cuando un bebé llega a casa junto con la canastilla y la cuna, llegan las dudas, los miedos a no hacer las cosas bien. Aunque la sensación de pérdida de control de la situación suele ser habitual hay un dato que todos tenemos claro, su alimentación debe ser leche, ya sea materna o artificial.
La alimentación infantil en los primeros meses
Durante días, y en ocasiones semanas, nos debatimos entre qué tipo de lactancia queremos o podemos dar a nuestros hijos. Nos consume tiempo y energía sea una u otra, pero con el transcurso de los días llegamos a una estabilidad. Conocemos su alimentación, sus horarios y empezamos a entender sus señales de hambre o de sueño. Y durante este periodo de calma hay un dato que no cambia, el bebe solo recibe un tipo de alimentación y es de color blanco. Pero esa calma será breve, apenas unos meses.
Enseguida las personas que nos rodean, amigos y familiares, e incluso los sanitarios, nos empiezan a preguntar: “¿y para cuando las papillas?”, “¿no le das nada más que leche?” Y la insistencia será mayor cuanto mas cerca este su peso del temido “percentil 3”.
Y miras a tu bebé, tan feliz, tan bien alimentado, sin ningún signo que te oriente a que algo le pueda faltar, y te preguntas ¿por qué? ¿por qué cambiar lo que está bien? Y una mezcla entre miedo a algo nuevo y pereza te invade.
¿Cuándo introducir la alimentación complementaria?
La Organización Mundial de la Salud aconseja iniciar la alimentación complementaria entre los 4 y los 6 meses de vida, siendo más adecuado, por motivos higiénicos, comenzar a partir de los seis meses; se podría hacer antes si hubiera alguna necesidad, pero también después si nuestro bebé no está preparado para ella, por mucho que insista nuestro entorno.
El momento llega no cuando un niño tiene seis meses, sino cuando mira nuestra comida y empieza a salivar. Cuando con sus ojos, porque hablar no habla, nos dice que quiere eso que tenemos en la mano. Ese momento suele ocurrir cuando se puede sentar de forma estable, puede manipular con las manos objetos y desaparece el reflejo de extrusión, que le hace expulsar todo aquello que toca su lengua.
No ocurre cuando los abuelos quieren, ni siquiera cuando los papás quieren. Tampoco la revisión de los seis meses del pediatra dota a nuestro bebé de la curiosidad y la motivación necesarias para comer otros alimentos que no sean leche.
Los inicios de la alimentación complementaria
Y cuando a los seis meses, las mamás empezamos el camino de la alimentación complementaria, encontramos niños que están encantados con la cuchara (está claro que el momento que hemos elegido era el correcto), niños que la miran como si de un juguete se tratara, o peor aún, niños que, una vez conseguimos sentarlos en la trona y que se mantengan estables, echan todo aquello que les damos. Eso sí, nos devuelven una sonrisa y felices toman el pecho o el biberón después del experimento.
No debemos olvidar, que la alimentación complementaria debe “complementar” al lácteo, el menor de un año debe alimentarse principalmente de leche, que es la fuente principal de energía y nutrientes, y aumentar de forma gradual la cantidad del resto de alimentos.
El problema surge cuando en la lotería de la vida nos tocan esos niños que no se adaptan a lo que pone en los libros, a lo que el pediatra o la abuela recomienda y convierten nuestra calma y nuestra sensación de control en angustia, al fracasar nuestras expectativas.
Dificultades en la introducción de la alimentación complementaria
Es habitual ver en las mamás un gesto de preocupación, mezclado con frustración, al querer alimentar al bebé con alimentos que él no desea. Y cuanto más tarda en madurar nuestro bebé, más crece nuestra angustia, potenciada sin duda por el entorno, que una y otra vez nos recuerda que “nos estamos saliendo de lo establecido”.
Cuando los adultos jugamos a poner ritmos, horarios rígidos a los bebés, luchamos por cuadrar un círculo. Cada bebé es único, con sus preferencias, sus necesidades, sus ritmos; y nos equivocamos cada que vez que queremos que todos sean iguales. Forzar a un bebé a comer es enseñarle a rechazar el momento. La comida es un momento de reencuentro, de exploración de sabores, texturas, y la mayoría de nuestros niños terminarán comiendo, pero a su ritmo.
No debemos cansarnos de ofrecer alimentos nuevos, texturas distintas, siempre a través del juego y la sonrisa. El juego integra lo que un niño recibe de sus padres en un entorno agradable, lo recuerda, lo aprende. Aquello que recibe a la fuerza, con un gesto de angustia en la madre o mediante engaños, no lo aprenderá, y si puede buscará la manera de rechazarlo.
Un proceso que continúa
Por último, conviene recordar que la alimentación complementaria puede tener distintas texturas y formatos. Muchos niños llegarán a los 8-9 meses comiendo apenas 3 cucharadas de papilla y salivando cada vez que te ven un trozo de pan Esos niños nos piden comer alimentación sólida y pueden estar preparados para ella.
Como siempre, confía en tu instinto. Dale alimentos sanos que él pueda coger y masticar y vigila que su maduración le permite introducírselos en la boca, masticarlos y tragarlos. Vigila que los trozos grandes los echa de la boca y si no es así ayúdale a sacarlos. Y poco a poco irá sustituyendo la leche por todos aquellos alimentos que tú le hayas ofrecido.
Pero no te voy a engañar, es un camino lento. Haz entonces que sea divertido, acepta cada trozo que caiga al suelo con sorpresa y prepara un kilo de toallitas para limpiar su carita y sus manos después del festín. De ti depende que la comida sea un acto social, de integración, de reencuentro. Y no te preocupes: todos llegan a la meta que dictamos los pediatras, comerán otros alimentos, pero a su tiempo.
Alba Psicólogos
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