¿Qué es la disociación?
Conocemos por disociación al mecanismo por el cual dejamos fuera de la conciencia, de manera más o menos consciente, cualquier contenido o información disponible que no es relevante, o que nos resulta incómoda o interferente a la hora de realizar una tarea de forma optimizada.
Un ejemplo, “imagina que vas conduciendo de viaje con tu amigos y que, de pronto, la ruta por la que solías transitar está cortada. Tienes que revaluar la situación y buscar una alternativa para llegar a tu destino, ante lo cual, tus acompañantes tratan de darte simultáneamente posibles opciones, mientras tú intentas pensar qué hacer para continuar. En ese momento, pides que tus amigos dejen de hablar, apagas la música y te detienes en el arcén con el objetivo de concentrarte en una posible solución”. Quizá pensemos que no sea necesario llegar a este punto, pero lo cierto es que en la medida de ajustamos nuestro foco atencional en un conjunto de estímulos, desechamos la información que aportan otros, emitiendo así una mejor respuesta.
Disociar es por tanto, separar, dividir o fragmentar, normalmente nuestra atención, con el fin de hacer más eficiente nuestro desempeño.
Disociaciones de la vida diaria
- Absorción: cuando estamos inmersos en las actividades de la vida diaria, en pasatiempos, lectura, en el trabajo. Inherente a ella, es la capacidad del ser humano de disfrutar en la medida que se siente conectado con lo que le demanda la tarea.
- Sueño diurno: su inicio es espontáneo y hacer referencia a la serie continuada de pensamientos o ideas asociados entre sí, desencadenados por estímulos internos o externos, relativos a las preocupaciones del ser humano respecto a su vida.
- Fantasías: de carácter más elaborado, voluntarias y producto de una imaginación más pura, motivadas para la evasión, la distracción o la diversión del individuo.
Entre las funciones principales que cumple este proceso son facilitar el procesamiento mental dirigido al afrontamiento y resolución de problemas prácticos, la evasión, como alivio temporal del mundo interno que incomoda o genera tensión, y generación de un afecto positivo, en cuanto que se logra reducir así el estado de aburrimiento, el estrés y/o la angustia.
Pero, ¿cuándo se puede considerar que nos supone una limitación o inconveniente en nuestro funcionamiento?
La disociación como problema psicológico
A pesar de que la disociación se trata de un fenómeno perfectamente normativo y adaptativo en la mayoría de las situaciones cotidianas, no siempre reporta “beneficios” para la vida. En función del tiempo que nos descubramos “absortos/as” o “fantaseando”, la interferencia de este fenómeno será más o menos preocupante. Por ejemplificar, no será lo mismo “dividirnos” un 20% de las veces en que alguien nos esté contando algo, que hacerlo un 70% o un 100% de las ocasiones. En los últimos casos, las repercusiones serán mucho mayores, y dicha “separación”, estaría al servicio de poder “escapar” o “eludir” cualquier material consciente que no nos guste.
Es por ello que me gustaría hacer la siguiente distinción:
A nivel clínico, estamos ante un mecanismo que se desarrolla inconscientemente como defensa frente a aquel malestar que no se puede asumir o tolerar de manera consciente, ya que el individuo se estaría viendo sobrepasado en sus recursos psicológicos y no podría hacerse cargo de su realidad. Es decir, se convierte en un automatismo psicológico (como lo denominaba el neurólogo Pierre Janet) que aparece con una función protectora de lo potencialmente peligroso y traumático.
Suele ser habitual encontrarnos que este fenómeno sea protagonista en casos que desarrollan estrés postraumático, a raíz de experiencias negativas como pueden ser abusos sexuales, violaciones, maltrato y/o abandono físico, emocional, pérdidas traumáticas, vivencia de catástrofes, etc. Ante tales situaciones cabe esperar que la persona o víctima, necesitase “desconectarse” de sí misma en un momento dado, esto es, dejar fuera de la conciencia el gran impacto emocional sufrido, con el fin de asegurar su propia supervivencia.
El sentido de la psicoterapia subyace a la necesidad del individuo de “reconectar” consigo mismo/a, conseguir la unión o integración de las partes internas que en su momento se segmentaron como proceso reparador que permita revertir la disociación hacia un funcionamiento de nuevo adaptativo.
Este es solo un primer acercamiento a los procesos disociativos, a su comprensión, desde la que continuar desentramando la herida emocional escondida, tras las muchas veces “aparente normalidad”.
Alba Psicólogos
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