La vida adulta está llena de retos en diversos ámbitos y en la gestión de esos retos, en ocasiones se pueden observar manifestaciones de partes más infantiles que operan generando dificultades en la resolución de los mismos.
En ocasiones, esas partes más infantiles tienen que ver con algunas heridas que se pudieron vivir en la infancia, a las que no se pudo dar una solución más adaptativa debido a los recursos emocionales limitados que caracterizan este periodo de vida y que de alguna manera pueden continuar no resueltas en la actualidad, creando dificultades en:
– La relación con uno mismo.
– Las relaciones con los demás.
– La gestión de las obligaciones y el tiempo de ocio.
– El manejo de los conflictos.
La naturaleza de las heridas puede ser diferente en cada caso y por tanto, esas dificultades que conllevan serán diferentes también.
Algunas de ellas tienen que ver con carencias en la relación con las figuras de apego o de referencia durante la infancia, tales como: la seguridad, el afecto, la valoración, la exigencia o la protección, entre otros.
En función de las carencias que se hayan experimentado, la persona puede vivir situaciones que le generen malestar, como por ejemplo:
Poca confianza en uno mismo a la hora de enfrentar nuevos retos.Tristeza por sentir que no merece afecto. Desvalorización de uno mismo.Aislamiento de las relaciones sociales.Sentimientos de culpa en situaciones en las que no se tiene ninguna responsabilidad.Excesiva preocupación y exigencia para hacer las tareas con buenos resultados.Necesidad de control de personas y/o situaciones.Evitación de situaciones que se temen por creer que no se tiene la capacidad de afrontarlas.Dificultad para hacerse cargo de los propios deseos y necesidades. Comunicación poco clara con los demás respecto a lo que se necesita en la relación con ellos.Relaciones de dependencia emocional.Miedo a poner límites.
Esta serie de dificultades a veces no permiten vivir con confianza en uno mismo y elegir con libertad el camino deseado en la vida.
Por ello conviene atenderlas y desde el adulto que uno es en la actualidad, cuidar y sanar esa parte más infantil, dándole el amor, la confianza y la protección que necesita.
La psicoterapia es un recurso que puede ayudar a atender estas necesidades y a resolver estos conflictos internos que quedaron pendientes.
De este modo la persona se puede fortalecer para reconocer en sí misma los recursos y capacidades que posee como adulta y todo aquello que desde ahí puede afrontar y lograr para vivir con una mayor confianza, amor propio y libertad.
Alba Psicólogos
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