Culpa: ¿alidada o enemigo?
Solemos considerar la culpa como una “emoción negativa”, desagradable, que genera inquietud, pero ¿es posible aprender a transformarla en una gran aliada?, ¿convertirla en una señal de aviso, que nos indique que sería muy aconsejable, un cambio en nuestra forma de actuar o pensar?. La respuesta es afirmativa, veamos cómo.
Todos tenemos una voz interior: “la charlatana avisadora” que nos dice lo que está bien y lo que está mal. Sí, algo así como nuestro Pepito Grillo particular. Es una conversación interna con dos personajes: tú y tu “charlatana avisadora”. Y amigo/a, para entender y resolver la culpabilidad es necesario conocerla a fondo.
Cada persona posee un código personal e intransferible que regula su forma de hacer las cosas. Estas normas son distintas para cada uno y dependen, entre otras variables, del medio y la educación que se haya recibido, también de la propia historia personal, ¿eres tú consciente de tu propio sistema de creencias, de tu código personal?
“La charlatana avisadora” es el guardián de tu código, y cada vez que te saltas alguna regla se pone en marcha y te avisa de que te has saltado tu sistema de creencias. Esa señal es el sentimiento de culpa.
Si utilizas dicho aviso y realizas las correcciones necesarias, que restablezcan tu equilibrio, el sentimiento de culpa cesa: esa es la culpa funcional, adaptativa. Pero si sigues actuando de espaldas a tú código, si ignoras una y otra vez a tu “charlatana” y no utilizas la información, entonces estamos hablando de la culpa disfuncional.
¿Es posible transformar la “culpa disfuncional” en “culpa funcional”?
Para comenzar, es importante que escuches y hables con tu charlatana, que estés atento a sus mensajes y también es trascendental la forma en que te habla, la forma en que tu “ charlatana”, te dice que te has saltado la norma.
Veamos el ejemplo de Luisa, que está atravesando un momento de cambio en su vida, tiene un nuevo trabajo que le encanta, con el que siempre había soñado, pero apenas puede ver a sus hijos de dos y cuatro años… e incluso, hay días que cuando llega a casa ya están durmiendo.
La “charlatana” le dice: “Yo te acuso de no atender lo suficiente a tus hijos, eres una egoísta, en el fondo te da igual y vas a lo tuyo, te daré la tabarra mentalmente y no permitiré que te encuentres satisfecha en el trabajo, porque eres una mala madre y no tienes corazón”.
Luisa reflexiona y reconoce la norma que hay debajo de ese aviso: “la norma que no has respetado es la que dice que los hijos están por encima de todo y como madre te debes a ellos ante todo lo demás”.
La vivencia que tiene quien experimenta un tipo de culpa como el de Luisa es de sufrimiento y la seguridad de que seguirá encontrándose mal haga lo que haga; eso alimenta la creencia extendida según la cual la culpa es, en su naturaleza misma, una situación sin solución, como una verdadera maldición.
El secreto se sitúa en cómo la “charlatana” nos habla de la norma transgredida y sobre todo, en instrumentalizar lo que nos dice, para desarrollar una nueva conducta que repare la situación y restablezca el equilibrio.
Para que esto suceda es necesario reconocer un punto crucial: el propósito esencial de la charlatana no es molestarnos, sino conseguir que nos comportemos de acuerdo con las normas del código interior que nos rige.
Para ello tienen que desaparecer dos actos: la descalificación y el castigo.
La descalificación significa que nuestra “charlatana” nos dice cosas como: “eres una egoísta, desconsiderada, mala persona, perversa…” aquí se suman todos los agravios e insultos que uno pueda imaginar: “degenerada, mala madre, pervertida, basura…”
El castigo, como su nombre lo indica, significa provocarnos intencionalmente un sufrimiento determinado. En el ejemplo de Luisa, “te molestaré mentalmente y no permitiré que te encuentres satisfecha en el trabajo”… las frases más habituales son del tipo “te despreciaré, no mereces vivir, eres lo peor, no vales, te haré ver una y otra vez los errores que has cometido…”
A modo de resumen, podemos decir que estos son los tres componentes básicos a tener en cuenta de la culpa y que tienes que hacer desaparecer:
- Rigidez del código que no se deja ajustar por las nuevas circunstancias.
- La descalificación.
- El castigo.
¿Cómo promover una “culpa funcional”?
Para convertir la culpa en culpa adaptativa, ten en cuenta los siguientes pasos:
- Exige a tu “charlatana” que te hable con respeto.
- Instrumentaliza su discurso, busca con ella la forma de restablecer el equilibrio y vivir según un código común.
- Plantéate la posibilidad de flexibilizar , contextualizar y modificar la norma*.
*Observación: Así como hay creencias y normas rígidas e inadaptativas que nos resultan limitantes y es aconsejable cambiar; hay otras situaciones en las que nuestro comportamiento se da de frente y de forma abrupta con nuestro sistema de creencias y valores, y por resultar nucleares, no hay forma de contextualizar, modificar o flexibilizar. Cuando esto sucede, nuestra “charlatana” nos muestra su señal en rojo vivo, a la par que echando humo por las orejas, y además, añade un sonido estridente y continuo que no nos deja ni a sol ni a sombra… En estos casos, la única solución es alinearse con nuestro código interior.
¿Te quedas con ganas de más? En el siguiente artículo sobre la culpa (parte II) veremos el método para flexibilizar, contextualizar y modificar tu sistema de creencias, tus normas. ¡Hasta la próxima!
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