En realidad, casi podríamos decir que existen tantos estilos o formas de educar como padres, pero no es menos cierto que, aunque podamos actuar de formas diferentes en distintas ocasiones (solemos ser permisivos y, en ocasiones, autoritarios…), tenemos una forma mucho más habitual y frecuente de interactuar con nuestros hijos, según la cual se nos podría enclavar dentro de un modelo educativo determinado.
Los cuatro modelos que se exponen a continuación sirven de ejemplo de los diferentes tipos de actitud que se pueden adoptar en el manejo de un problema con nuestros niños.
Cada uno de estos ejemplos identifica un modelo que se corresponde con un método educativo.
1. Modelo: PERMISIVO
El PERMISIVO como enfoque educativo es posiblemente una de las peores elecciones. El padre permisivo no consigue ninguno de sus objetivos básicos. Es, posiblemente, el talón de Aquiles de la educación actual.
• No acaba con la mala conducta. No establece límites. Los adultos repiten, sermonean, ruegan… Pero, sus palabras no coinciden con sus actos. El niño sabe que puede ignorar esas palabras, porque el educador/padre dice una cosa, pero sus actos dicen otra. No es necesario obedecer al adulto, nada va a pasar y sus palabras caen en el vacío.
• No enseña responsabilidad. El niño no asume las consecuencias de sus actos, porque las normas y los límites no son claros. No hay responsabilidades que asumir, puesto que nadie ha puesto la responsabilidad en mí, en realidad esa responsabilidad no está ni en los adultos ni en mí; sólo son palabras sin fuerza, palabras vacías que nadie cree, sin credibilidad.
• Se basa en el respeto y la comunicación del adulto hacia el niño. El padre/educador permisivo suele ser cariñoso y expresar sus peticiones de forma suave, calmada y profundamente respetuosa. Se parte de la premisa errónea de que, si se expresan de esta forma las peticiones, los niños responderán positivamente, escucharán, comprenderán y aceptarán las reglas, hecho que no suele ser cierto cuando la petición contraría los deseos del niño. Pero no hay respeto y comunicación del niño hacia los padres. Un hecho muy preocupante en estos días es que no enseñamos respeto a nuestros pequeños. El niño aprende a ignorarnos, no tiene ninguna necesidad de escucharnos, ni de creernos, para él no es necesario, puesto que no tenemos credibilidad para él. Un límite claro debe ser el respeto hacia todos los demás.
Ejemplo 1:
—Mamá: (tono alegre) ¡Venga Juan, son las nueve, hora de acostarse! Vete yendo a la cama y ahora voy a darte un beso.
—Hijo: ahora voy, mamá, cuando acabe este dibujo.
A las nueve y cuarto.
—Mamá: Juan, vete terminando, tu hora de acostarte son las nueve, todos los días la misma historia, cinco minutos y a la cama, aunque no hayas terminado tu dibujo
A las nueve y veinticinco.
—Mamá: ¡Venga se acabó, ya está bien, a la cama, que mañana no hay quién te levante!
—Hijo: Si mamá ya voy, solo un minuto, me queda sólo pintar el sol.
—Mamá: Tú lo has dicho, solamente un minuto, ¡eh!
A las nueve y media.
—Mamá: (gritando) ¡Estoy harta! Todos los días tengo que enfadarme, me tomas por el pito del sereno. (Muy enfadada)¿Sabes lo que te digo ? Que hagas lo que quieras, mañana el que va a tener sueño vas a ser tú, no yo.
Ejemplo 2:
Padre e hijo (14 meses) están esperando turno en la cola de correos. El niño está sentado en el carro y comienza a llorar.
—Padre: venga cariño, no llores, que ya nos queda poquito, enseguida nos toca y entonces, ¿sabes adónde vamos a ir? ¡Al parque!
El niño comienza a llorar más fuerte, alzando los brazos para que el padre le coja.
—Padre: Jesús, vale te cojo, pero tienes que dejar de llorar, si sigues llorando te dejo en el carro. ¡Vale!
Al poco tiempo, el niño comienza a llorar, indicando al padre su deseo de que le baje al suelo.
—Padre: Jesús, ya se que estar aquí es muy pesado, pero ya nos queda muy poco, aguanta un poquito, que enseguida nos vamos. (El niño llora más fuerte). ¿Qué quieres que te baje? Venga te bajo, pero no toques nada de nada. Como toquetees las cosas, te pongo en el carro y se acabó el problema.
Jesús comienza a deambular por la oficina de correos, observando lo que ve, se encuentra con una papelera, y comienza a inspeccionar su contenido, el padre se la retira y se lo lleva de esa zona. Comienza a correr por la oficina, el padre le llama y le sigue a todos lados. Se acerca a una mesa baja con sofás, donde hay impresos, comienza a manipularlos, desordenándolos y arrugándolos, se los quita llamándole la atención.
—Padre: ¡Jesús, tú y yo habíamos quedado en que no tocabas nada, y ya me estoy enfadando, eres imposible, y un desobediente, ya no sé como te tengo que decir las cosas para que me hagas caso!
Llega en ese momento el turno del padre. Mientras le atienden, el niño sigue deambulando. El padre termina, continúa regañando a su hijo y se van».
2. Modelo: PUNITIVO-AUTORITARIO
Es el modelo educativo contrario al permisivo. Era el utilizado mayoritariamente hasta hace poco (años setenta-ochenta), produciéndose a partir de estos años el efecto péndulo hacia el permisivo.
• Generalmente acaba con la mala conducta con cierta rapidez, porque los límites son claros, el adulto expone con total claridad lo que se espera del niño y, además, lo hace desde el comienzo de la interacción. Las pautas a seguir son claras y evidentes, como también las consecuencias, en caso de que el niño decida proseguir con su mala conducta.
• Es un modelo que cierra la comunicación con nuestros niños. Exponemos nuestros deseos imponiéndolos, no escuchamos sus necesidades, no damos pie a los pactos, y tampoco explicamos el porqué de lo que pedimos. Simplemente exponemos lo que queremos y exigimos que se cumpla sin más.
• No les enseña a solucionar problemas, porque el niño no tiene ningún problema que solucionar. El padre es el que tiene el problema, el que busca la solución y la impone. El niño es un sujeto totalmente pasivo. Este modelo aleja a los niños de ser responsables de sus decisiones, pues no las toman.
• No está basado en el respeto hacia los niños. Se basa en «yo tengo el poder y el control», no se escuchan sus necesidades, sus motivos o sus deseos, pues estos no importan. Sólo importa lo que el adulto desea y cuando lo desea. El niño está por debajo del adulto, es inferior, no sabe lo que es mejor, sólo lo sabe el adulto. Se confunde autoridad con respeto. Los adultos (padres, educadores) deben tener un sentido ajustado de autoridad, ésta debe estar con el adulto y el niño debe saberlo en todo momento, pero esta autoridad bien entendida debe ejercerse desde el amor y el respeto En cuestión de respeto nos encontramos al mismo nivel, y siempre debe ser una actitud de ida y vuelta.
• No fomenta niños responsables. Nuestros hijos no toman decisiones. Nosotros decidimos todo por ellos, por lo cual, inevitablemente, somos nosotros los responsables, no ellos. Si todo sale bien, los responsables somos nosotros y, si todo sale mal, también.
Ejemplo 1:
—Mamá: (tono alegre) ¡Venga Juan, son las nueve, hora de acostarse! Vete yendo a la cama y ahora voy a darte un beso.
—Hijo: Ahora voy, mamá, cuando acabe este dibujo.
—Mamá: Son las nueve. Es hora de acostarse. A la cama ¡ya!
—Hijo: Sólo un minuto…
—Mamá: He dicho que no. A la cama ¡ya! o mañana no ves la tele.
Ejemplo 2:
—Padre e hijo (14 meses) están esperando turno en la cola de correos. El niño está sentado en el carro y comienza a llorar.
—Padre: venga cariño, no llores, que ya nos queda poquito, enseguida nos toca y entonces ¿sabes adónde vamos a ir? ¡al parque!
El niño comienza a llorar más fuerte, alzando los brazos para que el padre le coja.
—Padre: te he dicho que no te voy a coger, y no lo voy a hacer. Como sigas llorando, ni vamos al parque, ni nada, nos subimos a casa y te quedas en la trona castigado.