¡¡Queridos lectores!! Seguimos analizando los objetivos del comportamiento adecuado e inadecuado de los más peques… sí, a este paso nos convertiremos en verdaderos expertos… ¡Allá vamos!
REVANCHA
Suele ser, con bastante frecuencia, el paso siguiente a una lucha de poder. El niño, al sentirse vencido, quiere el desquite, quiere molestar a los otros tanto como cree haber sido molestado.
Los padres deben tener cuidado de no ser ellos mismos revanchistas. Una consecuencia mal aplicada puede convertirse en una revancha.
La finalidad de la revancha es causar «daño emocional». El niño se siente vencido y, en su rabia, busca herir.
La respuesta debe ser: no mostrar daño emocional. Si lo hacemos, estamos alimentando la revancha, favoreciendo que se repita en los próximos conflictos. Ante la revancha no muestre daño emocional, y en al caso de que considere que debe aplicar consecuencias, hágalo cuando la situación se haya calmado, y de forma firme y tranquila.
No mostrar daño emocional puede ser una ardua tarea. En estas situaciones se tiende a perder la paciencia y a expresar emociones alteradamente. Para llevar adelante esta tarea tendremos que utilizar el autocontrol.
Incluso, a ser posible, aún mejor que el autocontrol sería el análisis racional de la situación, a través de la reflexión. Cuando nuestro hijo nos diga:
• «Ya no te quiero».
• «Voy a cambiar de mamá».
• «Ya no eres mi papá».
• «Nunca juegas conmigo, no te importo».
• «Sólo piensas en ti».
Si nos paramos a pensar detenidamente en esas palabras y lo hacemos de una forma racional y adulta, es posible que no sea necesario controlarnos.
Sabemos que esas palabras son fruto de una situación de enfado, y
sabemos sobradamente que no son ciertas, es evidente que nuestros hijos nos dan muestras constantes de amor. Si analizamos racionalmente sus palabras, éstas pierden la capacidad de afectarnos negativamente, con lo cual no necesitamos controlarnos, el daño emocional realmente no existe.
Si observamos que nuestro hijo entra en revancha habitualmente, es posible que sea aconsejable aplicar consecuencias. También es necesario reflexionar sobre la razón por la cual utiliza la revancha tan frecuentemente. ¿Por qué está tan enfadado habitualmente? Es posible que tengamos que plantearnos si necesitamos la ayuda de un profesional.
Ejemplo
Paula nos dice que se va a casa de su amigo Antonio a jugar. Le decimos que nos parece perfecto, pero que, por favor, antes de irse deje su cuarto recogido y que cuando lo haya hecho se podrá ir a jugar. El cuarto no lo recoge correctamente y, cuando pretende irse, le decimos que no puede hacerlo hasta que lo recoja completamente.
Hasta este momento el problema es una lucha de poder. Recordemos que debemos cumplir dos requisitos: Paula no debe irse sin recoger el cuarto y nosotros no debemos entrar en ninguna discusión. Cuando Paula ve que no va a poder marcharse sin recoger antes el cuarto, tiene dos opciones: recogerlo (si lo hace, la felicitaremos por su decisión) o no recogerlo y aceptar que no puede salir a jugar con su amigo Antonio.
Pero, en algunas ocasiones, se opta por la «revancha». Su razonamiento suele ser el siguiente:
—«Tú no me dejas ir a jugar, pues…».
Paula se enfada y decide hacernos responsables de su decisión de no recoger el cuarto:
—«Lo haces para fastidiarme, ¿verdad? Toda la vida fastidiándome y, luego, dices que me quieres. Lo único que a ti te interesa es controlarme…».
No debemos contestar. No se aconseja discutir ni tampoco razonar. No mostremos daño emocional, y mantengámonos en una postura calmada, respetuosa y firme.