Vooooooolvemos con un nuevo aprendizaje, poquito a poco vamos entrando en materia y como lo prometido es deuda… ¡a por más capítulos de 5 Preguntas!
«La modificación de la conducta se basa en el principio de que TODO ser humano puede cambiar basándose en las consecuencias de sus actos».
¿Está usted de acuerdo con esa idea?
Si la respuesta es afirmativa, si usted cree en la influencia del exterior, continúe leyendo, pues tiene sentido hacerlo.
Si la respuesta es negativa, y cree que somos como somos y que el mundo exterior no nos influye, abandone la lectura, pues no tiene sentido continuar.
Pero, ¿es posible que esté equivocado? ¿Podría ser que nuestro entorno nos influya y que los hechos que ocurren a nuestro alrededor nos afecten? Si tiene alguna duda, aunque sea pequeña, siga leyendo, nada tiene que perder y, luego, puede seguir con su idea original, pensando que el ser humano es como es y no puede aprender del entorno.
Si pensamos que nuestros niños «son como son», «no tienen arreglo» o «nunca van a cambiar» es decir, si creemos en el refrán «genio y figura hasta la sepultura», no hay nada que hacer, únicamente aceptar aquello que nos haya tocado y llevarlo lo mejor posible.
Pero si esto fuera cierto, ¿por qué dos niños genéticamente idénticos (homocigóticos) tienen formas de ser y comportarse diferentes? ¿Por qué no son clónicos en su comportamiento?
Supongo que usted en algún momento ha conocido o le han contado cómo dos gemelos genéticamente idénticos, no son precisamente idénticos en su comportamiento. En mi caso tengo un ejemplo muy cercano: mi querida tía Mari. Sus primogénitas son dos gemelas idénticas: mis primas Susana y Mari Paz. Hay que conocerlas bien para poder distinguirlas, en cuestión de apariencia física son tremendamente iguales. Es cierto que, si te detienes a observarlas, se van notando pequeñas diferencias, pero cuando las conoces más, te das cuenta de que en cuestión de forma de ser, tienen similitudes, pero en algunos aspectos son muy diferentes. Mari Paz es alegre, impulsiva, espontánea… Susana es reflexiva, mucho más seria, responsable, piensa mucho antes de actuar… ¿Por qué no son idénticas en todo? Si los genes determinaran todo, mis primas deberían ser idénticas en todo, y no lo son.
Bien es cierto que estos ejemplos son poco habituales, que los gemelos idénticos no abundan, pero todos tenemos experiencias de este hecho; incluso nosotros mismos sabemos que los acontecimientos que ocurren durante la vida nos van cambiando, nos van influyendo, hacen que nuestra forma de ser vaya evolucionando. Tenemos capacidad para aprender basándonos en lo que ocurre a nuestro alrededor.
Imaginemos el siguiente ejemplo:
«Juan es un niño de 28 meses que suele tener buen apetito, es sano y vital. En casa suele seleccionar la comida, le gusta comer patatas fritas, salchichas, pasta, sopa, arroz, tortilla, jamón de york, yogures y todavía su biberón… y poco más. Cuando su madre intenta introducir algún alimento distinto, Juan se niega directamente a comerlo, y comienza «la pelea« que, casi siempre por no decir siempre, acaba con que Juan come lo que deseaba y los padres piensan que «¡Cómo es este niño con la comida!« y que nada pueden hacer para cambiarle, o bien que, aunque pudiera cambiar, seria tan costoso que no están preparados para tal esfuerzo. Incluso, cuando Juan sea mayor, los padres dirán «Juan de niño era un tiquismiquis para la comida, siempre ha sido muy delicado« en vez de pensar lo siguiente: «Dejándole elegir lo que comía, nosotros hicimos que fuera un tiquismiquis para la comida«. No es lo mismo, ¿verdad?
Cuando el niño ingresa en la escuela infantil, la situación cambia: Juan no puede elegir el menú, en todas las comidas debe comer lo que hay y, si no lo hace, se queda sin comer ¿Qué es lo suele suceder en estos casos? ¿Es posible que Juan tenga unos genes de alimentación que le hagan ser selectivo y sólo pueda tomar determinados alimentos? Si fuera así, Juan no aprendería a comer de todo. Pero la experiencia nos dice lo contrario: cuando Juan comprende que no tiene nada que hacer, que haga lo que haga, si quiere comer, tiene que comer lo que hay, como tiene apetito, comerá. Unos alimentos le gustarán más que otros, puede tardar más o menos (aquí los genes seguramente sí influyen) en aceptar su nueva situación, pero va a cambiar y comerá el menú de la escuela. Juan comenzará a tener dos comportamientos diferentes: será «un tiquismiquis« en casa, y un niño que come más o menos bien en la escuela».
Últimamente los padres me contáis que no podéis moldear determinadas conductas en vuestros hijos porque no tenéis tiempo, que hay muchas personas distintas con ellos al cabo del día (los abuelos, la cuidadora en casa, la escuela… «Total, estoy con ellos dos horas al día…» ). El que esto suceda en muchas ocasiones, complica un poco más la situación, pero ni mucho menos tenemos que tirar la toalla, los niños aprenden lo que pueden hacer y hasta dónde pueden llegar, discriminando los lugares: «En casa de los abuelos puedo pisar el sofá, pero en casa no me dejan«. Y también pueden aprender perfectamente a distinguir que «en el cole recojo los juguetes, cosa que no tengo que hacer en casa».
A un niño sin límites en casa, si se los ponen en la escuela, los aprende, diferenciando perfectamente las situaciones. Por eso, a veces, sucede lo de unos padres que le dicen a la educadora/profesor «¿me estás hablando de mi hijo?» «¿Me estás diciendo que mi hijo es tranquilo, obediente y aseado? Te equivocas de niño, ése no es Juan». Cuando se comprueban todos los datos y se saca la foto de la cartera, entonces se ve que estamos hablando del mismo Juan. Si un niño no tiene límites con los abuelos o la cuidadora, si decide lo que desea comer, su nivel de obediencia es prácticamente nulo. Pero, basándonos en esto, no podemos ni debemos eludir nuestra responsabilidad como padres; además, no olvidemos que, si nosotros no establecemos límites, mantenemos el problema, generando situaciones de conflicto y trabajo extra para nosotros. No vale eso de «si es que no tengo tiempo, estoy agotado, total para dos horas que estoy con él, si su padre no hace nada, yo tampoco tengo porque hacer nada al respecto…». Los padres debemos asumir nuestro papel y nuestra responsabilidad independientemente de lo que hagan los demás.
Cada niño nace con unas características únicas de personalidad (genes) que, combinadas con el ambiente y el entorno, hacen que vaya adquiriendo una forma de ser y de actuar irrepetible. Los genes no se pueden cambiar pero, gracias al ambiente en el que crecen y a la educación que reciben, los niños sí pueden adquirir los valores y las pautas de conducta que los padres desean para ellos, acercándoles así a llegar a ser personas responsables y respetuosas.
Los seres humanos somos una masa de arcilla con unas características únicas e irrepetibles de color, textura, dureza, maleabilidad, y el ambiente, el entorno y nuestra historia personal hacen que vayamos tomando una forma también única e irrepetible. La masa no se puede cambiar, pero el ambiente, el tipo de educación recibida (permisiva, protectora, autoritaria…) sí se puede elegir.
«La conducta de los niños se puede cambiar».
De hecho, absolutamente todos los padres/educadores/profesores educan, enseñan y modifican la conducta de sus niños/alumnos constantemente. Dependiendo del modelo educacional que sigan (muchas veces sin saberlo) están fomentando niños responsables o irresponsables, obedientes o desobedientes, respetuosos o irrespetuosos… La norma general es que los niños nazcan, en cuestión de conducta, sin problemas, pero en función del estilo educativo que pongan en práctica los padres, se pueden favorecer determinadas conductas que sí pueden ser problemáticas.
¿Cuál es el modelo educacional que usted pone en práctica?
En nuestros próximos capítulos encontrarás la respuesta… ¡continuará!