¡Buenos días querid@s lectores! Nos llegan nuevos capítulos B3 (¡buenos, bonitos y baratos!). Hoy os hacemos entrega del capítulo 5, en el que aprenderéis cómo conocer la finalidad de los comportamientos. ¡Aquí lo tenéis!
CAPÍTULO 5 – CONOCER EL OBJETIVO «CONCRETO» O FINALIDAD (SU ´PARA QUÉ´, SU ALIMENTO) (P. I)
Cuando digo imprescindible, me refiero a que si no sabemos cuál es la finalidad o el objetivo CONCRETO de una conducta, es posible que no sólo no seamos capaces de erradicarla, sino que podríamos alimentarla o acrecentarla. Nuestra forma de actuar debe ir precedida de un análisis. Debemos observar la conducta de nuestros niños, porque si no lo hacemos y elegimos una forma de actuar basada en el desconocimiento o en la intuición, «estaremos dando palos de ciego» y, si la situación se soluciona sin haber ido precedida de un análisis, es posible que únicamente haya habido suerte, que hayamos atinado por casualidad.
Cuando tenemos un problema determinado, el comportamiento habitual de las personas es observarlo, analizarlo y, basándose en los datos obtenidos, idear diversas opciones para su solución.
Esto que parece evidente en otros aspectos de la vida, no solemos hacerlo cuando se trata de las relaciones humanas. No lo hacemos cuando tenemos problemas de pareja, cuando hay malas relaciones con los compañeros en el trabajo, con nuestros hijos…
Creemos que los humanos somos únicos e imprevisibles; que nuestras conductas, aunque las analicemos, no nos van a llevar a conclusiones… Todo esto es sólo parcialmente cierto. Los seres humanos somos únicos y nuestra conducta no es previsible al cien por cien, pero no es menos cierto que existen leyes universales de aprendizaje humano, que no nos van a dar todas las respuestas, pero nos pueden acercar para comprender un poco más el comportamiento de nuestros niños. Para aumentar o disminuir conductas debemos conocer cuáles son los motivos o finalidades de éstas. Si no lo hacemos así, difícilmente seremos eficaces.
Veamos un ejemplo que represente lo anteriormente dicho:
Daniel está ya sentado en su mesa. Hoy le han explicado el concepto de alto y bajo. Nos hemos estado riendo juntos durante la comida comparando a los primos y los tíos, diciendo quiénes son más bajos y más altos. Además, hemos comprobado como la seño Paqui es bajita, mientras que la profe Sara es mucho más alta. Ahora, vamos a pegar pegatinas rojas en todas las cosas altas de la ficha y pegatinas azules en las cosas bajitas (son los deberes de hoy). Cuando termina toda la explicación, Daniel se queda mirando a mamá, como esperando algo. Mamá se acerca para ver qué es lo que ocurre, pregunta a Daniel qué es lo que debe hacer en la ficha, pero él se encoge de hombros y le dice que no sabe. Mamá le dice que no pasa nada y le vuelve a explicar los dos conceptos con todo lujo de detalles. Cuando termina, pide que le comente qué es lo que tiene que hacer, pero Daniel se queda en silencio.
Esto ha ocurrido en más ocasiones y la madre se lo ha comentado a la psicóloga del centro y ya han descartado que el niño tenga problemas de comprensión verbal o capacidad. Daniel tiene las habilidades suficientes para aprender y captar mensajes. En este tipo de situaciones caben distintas posibilidades. Imaginemos que decidimos que se trata de «una llamada de ATENCIÓN (objetivo general), que el niño quiere que estemos pendiente de él, haciendo con él la ficha (objetivo concreto). Si esto es así, lo que, evidentemente, deberíamos hacer es no prestársela cuando no trabaja, y dársela en cuanto se esfuerce lo más mínimo. No estoy hablando de ignorar por ignorar, estoy hablando de ignorar su desidia, reforzando efusivamente cualquier acercamiento para completar su ficha. Pero, como no hemos analizado la situación y estamos «dando palos de ciego», es posible que nos equivoquemos y Daniel quiera entrar en una LUCHA DE PODER. Si es así, nuestros esfuerzos positivos para motivarle son totalmente ineficaces; es más, esa atención que le podemos dar para motivarle irá en contra nuestra.
Daniel, nos está echando un pulso, no quiere hacer la ficha (objetivo concreto) y no quiere atención. Lo único que ocurre es que no quiere trabajar, no tiene ninguna intención de hacer la ficha (objetivo general: poder, objetivo concreto: poder no hacer la ficha). No le apetece y su finalidad es salirse con la suya. La situación se complica porque, si creemos que es atención lo que demanda e ignoramos su apatía, estará consiguiendo su finalidad, que es no hacerla; pero si fuera tener el poder, y decidimos que debe completar la ficha para acceder a la siguiente actividad (juego libre), está obteniendo atención individual y especial.
Pero aquí no acaba la cuestión. Imaginemos que, en este caso, se tratase de una manifestación de AUTOINSUFICIENCIA (objetivo general). Daniel cree que no es capaz de hacer la ficha o que se va a equivocar y la va a hacer mal y, entonces no la hace para no equivocarse
(objetivo concreto). En esta situación lo que precisamente necesita es atención, dirigida a trasmitirle confianza en sus habilidades.
Pero ¿y si se trata de REVANCHA? Daniel puede estar enfadado con nosotros por algún acontecimiento anterior, sabe que nos importa que complete las fichas y las haga bien y, entonces, nos castiga con su actitud de no hacerla (objetivo concreto: no hago la ficha para enfadarte, castigarte por…). En este caso lo correcto sería no enfadarnos e ignorar su postura, haciéndole ver que es una decisión suya, que nos importa, pero no nos afecta negativamente.
Entonces, ¿qué hacemos? Hay cuatro posibilidades:
1. Le estimulamos prestando atención a sus acercamientos para hacer la ficha, haciéndole saber que sabemos va a cambiar de opinión y va a hacer la ficha (en el caso de que sea una demanda de atención).
2. Le ignoramos, dándole a entender que nos importa, pero que no nos afecta negativamente (si se trata de una revancha).
3. Exigimos que la ficha se complete, sin discutir, para pasar a la siguiente actividad (si estamos ante una lucha de poder).
4. Le estimulamos para trasmitirle confianza en sus capacidades y habilidades (cuando vemos que se trata de auto-insuficiencia).
¿Qué opción elegimos? La opción a elegir es clara dependiendo de la finalidad u objetivo general y concreto del niño.
1. Si es demanda de atención, sólo se la daremos si trabaja.
2. Si es poder, exigiremos que complete la actividad para pasar a la siguiente.
3. Si es revancha, le ignoraremos. No nos afectará negativamente que no trabaje y exigiremos que la complete.
4. Si es auto-insuficiencia, le brindaremos mucha atención para estimular su seguridad y confianza, sean cuales sean sus avances.
Como podemos observar, las opciones son diversas y, en algunos casos, contradictorias. Por ejemplo, si escogemos la opción 2 y en realidad la finalidad del niño era mostrar auto-insuficiencia, un afán de revancha o una demanda de atención, con esa actitud las estaremos fomentando y alimentando y lo más probable es que su conducta vuelva a repetirse con asiduidad.
Si escogemos la cuarta opción y nos equivocamos, porque el objetivo del niño era recibir atención, entonces Daniel seguramente va explotar su supuesta auto-insuficiencia, porque así obtiene lo que desea: atención.
Una vez observado y analizado el problema, cuando ya hemos tomado una decisión, debemos actuar, no reaccionar.
Los niños conocen y esperan nuestras reacciones, saben lo que vamos a hacer cuando dejan la cocina sin recoger, cuando no se lavan los dientes o cuando alargan la hora de ir a acostarse. Ellos saben lo que vamos a hacer y decir, porque llevamos mucho tiempo haciéndolo, son muchas las veces en las que hemos dicho lo mismo, y cuanto más lo decimos, más previsibles somos. Tenemos que dejar de reaccionar y aprender a actuar. Hemos de decidir una forma de actuación y aplicarla desde el respeto, el amor, la claridad y la firmeza. Si no es así, estaremos favoreciendo las luchas de poder, la revancha; podemos estar alimentando la auto-insuficiencia, y con respecto a la atención, hay que saber que un niño prefiere atención negativa a ser ignorado.
Alba Psicólogos
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