Imagina que estás pasando por un momento difícil en tu vida. Buscas alivio y encuentras un libro de autoayuda con un título prometedor, o tal vez sigues a un influencer en redes sociales que ofrece consejos rápidos y fáciles para superar el estrés. Te entusiasmas con la idea de que estas soluciones te ayudarán a sentirte mejor, pero, con el tiempo, te das cuenta de que no son tan efectivas como esperabas. En lugar de mejorar, te sientes más confundido y frustrado.
Este fenómeno está estrechamente vinculado al notable auge de la industria de la autoayuda y la psicología popular en los últimos años. Con la ayuda de bestsellers y divulgadores con miles de seguidores en redes sociales, se ofrecen soluciones rápidas para problemas emocionales complejos. Sin embargo, estas soluciones a menudo simplifican teorías profundas en consejos fáciles de seguir y etiquetas que prometen una comprensión instantánea de uno mismo.
El peligro de las etiquetas y categorizaciones
Esta tendencia a etiquetar y categorizar puede llevar a las personas a tomarse estas etiquetas demasiado en serio. Al adoptar una etiqueta, es posible que comiencen a comportarse de acuerdo con ella, reforzando y justificando su propia visión reduccionista de su identidad. Y es que, aunque estas etiquetas ofrecen una adictiva y reconfortante sensación de claridad y orden, en realidad encierran y limitan nuestra comprensión de quienes somos en esencia.
Si hay algo que los estudios demuestran cada vez más, es lo siguiente: la identidad es algo dinámico y en constante evolución. No es un perfil estático, sino un proceso continuo de cambio y crecimiento. A medida que nos enfrentamos a nuevas experiencias y desafíos, nuestra comprensión de nosotros mismos puede transformarse y expandirse. Por eso, las fijaciones con las categorizaciones nos hacen susceptibles a ignorar esta capacidad de evolución y adaptación, reduciendo nuestra agencia y capacidad de desarrollo.
Las consecuencias de la simplificación excesiva
Es crucial entender que estos conceptos y etiquetas no son inherentemente falsos, sino que el problema radica en su simplificación excesiva. Esta simplificación puede resultar en malentendidos o dejar espacios vacíos en la información, lo que lleva a las personas a llenar esos vacíos con sus propias percepciones y prejuicios. Como resultado, pueden formarse interpretaciones sesgadas y distorsionadas del tema, alejándose de una comprensión precisa y completa.
A menudo, se culpa a las personas por no entender correctamente estos conceptos, cuando en realidad, las malas interpretaciones se deben a la difusión irresponsable de información por parte de ciertos profesionales y medios de comunicación. Estos divulgadores e influencers priorizan obtener más visitas o interacciones en lugar de proporcionar una información precisa y completa.
Por esta razón, hoy queremos examinar dos ejemplos que demuestran cómo la simplificación excesiva de estos conceptos puede dar lugar a malentendidos y distorsiones. Estos ejemplos nos ayudarán a comprender mejor cómo y por qué ocurren estas confusiones, y a destacar la importancia de una información más completa y matizada.
1. No a las etiquetas fijas: los estilos de apego
Es muy probable que hayas oído hablar de los estilos de apego, un concepto fundamental en psicología que se clasifica en cuatro categorías: seguro, evitativo, ansioso-ambivalente y desorganizado. Este modelo te ofrece una ventana para entender cómo las experiencias de tu infancia pueden impactar la manera en que manejas tus relaciones y emociones en la adultez. Al familiarizarte con estos estilos, puedes descubrir cómo estos patrones influyen en tu vida actual y cómo te relacionas con los demás.
No es difícil comprender por qué han ganado tanta popularidad. La claridad y simplicidad de estas categorías permiten a las personas identificar y etiquetar sus patrones emocionales de manera rápida y accesible. Sin embargo, esta misma simplicidad es lo que puede ser problemático. En lugar de proporcionar una comprensión profunda y matizada de nuestras dinámicas emocionales, pueden fomentar una visión reduccionista de estas.
Dentro de su marco teórico, los estilos de apego se pueden entender, hasta cierto grado, como profecías autocumplidas. Las creencias y expectativas asociadas con cada estilo moldean nuestras interacciones, creando ciclos en los que nuestras temidas inseguridades se confirman (Berry et al., 2007). Por ejemplo, imagina a Ana, que tiene un apego ansioso. Ella interpreta cualquier retraso en los mensajes de su pareja como una señal de problemas en la relación. Para comprobar que todo está bien, Ana empieza a enviar mensajes de texto con frecuencia y a hacer muchas preguntas. Esto provoca que su pareja se sienta presionada y se distancie, haciendo que Ana se sienta aún más insegura. Así, sin querer, Ana refuerza su propia ansiedad, atrapándola en un ciclo donde sus temores se hacen realidad y su capacidad para superar sus inseguridades se ve limitada.
Es curioso e irónico cómo, al aprender sobre los estilos de apego, muchas personas terminan reforzando estos ciclos, pero esta vez de manera consciente. En el caso de Ana, podría comenzar a justificar sus acciones con frases como “es que soy ansiosa en las relaciones” o “esto es típico de mi apego ansioso”. En lugar de usar este conocimiento para explorar y reflexionar sobre cómo manejar sus inseguridades de manera constructiva, Ana podría quedarse así atrapada en la comodidad de esta etiqueta, aceptando sus comportamientos sin cuestionar su impacto real en sus relaciones.
Un enfoque más útil
Un enfoque más útil sería que Ana aplicara lo aprendido para cuestionar y ajustar sus patrones de comportamiento. En lugar de justificarse, podría identificar cuándo sus miedos se activan y trabajar en técnicas específicas para manejarlos. Por ejemplo, podría practicar la comunicación asertiva con su pareja, expresando sus necesidades de manera clara y sin recurrir a la desesperación, o emplear técnicas de regulación emocional como la meditación para aliviar la ansiedad. Al adoptar esta estrategia, Ana tendría la oportunidad de romper el ciclo de inseguridad y fomentar un crecimiento personal auténtico, en lugar de quedar atrapada en una visión estática y limitada de sí misma.
Y es que, aunque la investigación sugiere que los estilos de apego tienden a ser relativamente estables, esto no significa que sean inmutables (Pietromonaco y Barrett, 2000; Honari y Saremi, 2015). De hecho, los estilos de apego pueden evolucionar a lo largo del tiempo, especialmente cuando nos enfrentamos a experiencias que desafían nuestras creencias previas. Por ejemplo, el empezar a ir al psicólogo o entrar en una nueva relación positiva puede abrir la puerta a un cambio significativo en la forma en que nos relacionamos y entendemos nuestras emociones. Además, raramente tenemos el mismo estilo de apego en todos los contextos y en todas nuestras relaciones. Si uno se para a pensarlo, muy probablemente se dará cuenta que aunque somos evitativos con algunas personas en nuestra vida, con otras somos más ansiosos o seguros.
Por eso, lo más importante a tener en cuenta al utilizar la teoría del apego es que, más que una etiqueta estática, es una herramienta que nos permite comprender y crecer en nuestras relaciones.
- La inescapable espiral del trauma
En la cultura popular, el término ‘trauma’ a menudo se usa para describir cualquier experiencia negativa, lo que puede diluir su significado clínico y específico. Aunque esta banalización es una preocupación válida, en este artículo nos enfocaremos en un problema diferente: cómo la sobreidentificación con el trauma puede convertirse en un obstáculo para una verdadera sanación.
Imaginemos a Laura, una mujer que ha enfrentado varias dificultades en su vida, desde problemas familiares hasta relaciones conflictivas. Laura ha estado trabajando en terapia y ha enfocado gran parte de su tiempo en explorar sus heridas emocionales para entender mejor sus patrones de comportamiento. Este enfoque le ha permitido conectar con la parte vulnerable de sí misma y tratar sus heridas emocionales con la ternura necesaria para empezar a sanarlas.
Al principio, esto le ayuda a identificar patrones de comportamiento vinculados a su pasado sin temor. Sin embargo, pronto Laura queda atrapada en un ciclo de análisis constante. Cada vez que reacciona de manera maladaptativa, se sienta a contemplar el motivo. Este enfoque rígido refuerza su autoimagen de víctima y limita su progreso. Aunque cree que al profundizar en su pasado está avanzando, en realidad, está utilizando este análisis como una forma de escapismo. Se siente aliviada al pensar que está haciendo algo significativo, pero su dedicación al pasado no es más que una barrera que impide el avance real, dejándola atrapada en una espiral de autocompasión y análisis que perpetúa su estancamiento emocional, sin lograr una resolución constructiva.
Un enfoque más útil
El problema no radica en explorar el trauma en sí, sino en cómo se utiliza este análisis. La clave está en encontrar un equilibrio: usar esta reflexión de manera constructiva, pero también saber cuándo es necesario reducir el tiempo dedicado a este análisis o incluso omitirlo en favor de acciones prácticas. Puede ser liberador reconocer que, en ocasiones, entender el origen de cada acción no es tan crucial como parece. A veces, el verdadero progreso se logra al admitir que ciertos comportamientos ya no nos sirven y estar dispuestos a probar nuevas formas de enfrentar nuestros desafíos.
Una vez que Laura ha comprendido el origen de sus inseguridades, puede darse cuenta de que seguir profundizando en el pasado ya no es necesario. En lugar de quedarse atrapada en un análisis continuo, Laura entiende que es más útil concentrarse en practicar nuevas estrategias y observar cómo impactan sus relaciones.
A menudo, nos encanta teorizar y reflexionar profundamente sobre nuestras experiencias pasadas, pero el verdadero crecimiento ocurre a través de la acción directa y la experiencia vivida. Aunque el análisis puede proporcionarnos una perspectiva útil, llega un punto en el que pierde su utilidad. Comprender las raíces de nuestras experiencias dolorosas es necesario, pero en algún momento, el peso del pasado debe ser dejado atrás para poder reconstruir el presente. Solo así el trauma deja de ser un evento que define cada momento, y se convierte en algo que, aunque nunca se olvida por completo, ya no tiene el poder de detener el flujo del tiempo. El verdadero progreso sucede cuando aplicamos lo aprendido, permitiendo que el enfoque pase de entender a vivir: cuidar del cuerpo, del entorno y de las relaciones, dejando espacio para que las aspiraciones futuras cobren vida y se traduzcan en comportamientos más adaptativos (Herman, 1998).
Por ejemplo, si Laura sufrió constantes críticas por parte de su madre, lo que la llevó a desarrollar una actitud defensiva y a evitar nuevas interacciones sociales, el presente le ofrece la oportunidad de romper con este patrón. En lugar de quedar atrapada en esas viejas creencias, Laura podría unirse a un club de lectura, donde pueda interactuar con otras personas en un entorno positivo y sin juicios. Al hacerlo, comenzaría a crear nuevas experiencias que desafíen y transformen sus antiguas percepciones sobre el rechazo, abriendo el camino hacia un cambio real y constructivo.
Al adoptar este enfoque basado en la acción y la experimentación, Laura no solo mejora su vida cotidiana, sino que también se transforma en una versión más optimista y segura de sí misma. En lugar de quedar atrapada en una reflexión interminable sobre el pasado, Laura avanza hacia una vida más rica y auténtica, construida sobre experiencias positivas y adaptativas que le permiten superar las narrativas limitantes y abrirse a nuevas posibilidades.
Conclusión
La industria de la autoayuda y la psicología popular ofrece herramientas que, aunque pueden ser útiles en algunos casos, a menudo se simplifican en exceso. Esta simplificación puede llevar a malentendidos y estancamientos en el crecimiento personal. Etiquetas fijas, como los estilos de apego, así como la identificación con el trauma, pueden encerrar a las personas en patrones estáticos si no se utilizan con cuidado.
La clave es recordar que nuestra identidad y capacidad para cambiar son dinámicas. El verdadero progreso proviene de encontrar un equilibrio entre la reflexión profunda y la acción concreta. Debemos usar el conocimiento disponible para cuestionar y ajustar nuestros patrones de comportamiento. Solo así podremos lograr un crecimiento personal auténtico y avanzar hacia un futuro lleno de posibilidades, con flexibilidad y apertura.
Referencias:
- Berry, K., Barrowclough, C., & Wearden, A. (2007). A review of the role of adult attachment style in psychosis: Unexplored issues and questions for further research. Clinical Psychology Review, 27(4), 458–475. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2006.09.006
- Herman, J. L. (1998). Recovery from psychological trauma. Psychiatry and Clinical Neurosciences, 52(S1). https://doi.org/10.1046/j.1440-1819.1998.0520s5s145.x
- Honari, B., & Saremi, A. A. (2015). The Study of Relationship between Attachment Styles and Obsessive Love Style. Procedia – Social and Behavioral Sciences, 165, 152–159. https://doi.org/10.1016/j.sbspro.2014.12.617
- Pietromonaco, P. R., & Barrett, L. F. (2000). The Internal Working Models Concept: What do we Really know about the Self in Relation to Others? Review of General Psychology, 4(2), 155–175. https://doi.org/10.1037/1089-2680.4.2.155
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