¿Cómo anticiparnos a la adversidad?
La idea tradicional de la resiliencia es que se aprende a base de sufrir los golpes que te da la vida. Por tanto, tiene un carácter reactivo, ya que reaccionamos ante la adversidad del entorno con una respuesta adaptativa positiva, pero reaccionamos, al fin y al cabo. Esta idea supone que sin adversidad no hay resiliencia. Necesitamos caer primero, y levantarnos después aprendiendo de esa experiencia.
Sin embargo, la resiliencia también puede favorecer una preparación de tipo proactivo de cara las dificultades, con el principal objetivo de anticipar, estructurar y minimizar el impacto de los acontecimientos estresantes que aparecen en el día a día.
Es lo que se entiende en psicología positiva cómo resiliencia proactiva, y tiene su base en la capacidad anticipatoria humana, la cual nos permite representar por adelantado imaginación diferentes escenarios, generar mentalmente alternativas de comportamiento ante los problemas y sus posibles consecuencias. Esto permite actuar focalizados en propósitos, objetivos, y metas futuras. Por esto mismo, las personas con resiliencia proactiva, no esperan a que les pasen las cosas para aprender de las experiencias negativas, sino que más bien utilizan estrategias en el día a día para desarrollar la resiliencia: como la capacidad de tomar decisiones adaptativas y el mantenimiento de una visión optimista respecto a lo que ocurrirá en el futuro, la emocionalidad positiva provocada estratégicamente a través del uso del sentido del humor, el uso de técnicas de relajación y mindfulness para reducir el estrés y la ansiedad generada por lo que nos pasa en la vida cotidiana.
La investigación psicológica ha demostrado que las personas que tienen más recursos psicológicos, como una actitud optimista hacia el futuro, confianza en sus habilidades para resolver problemas o balance de emociones más positivas que negativas, y pueden ver las cosas con perspectiva son también más resilientes porque afrontan las amenazas futuras de forma positiva.
Correlatos neuropsicológicos de la resiliencia
Las personas resilientes tienen un cerebro diferente a las personas con bajos niveles de resiliencia, según los estudios de Richard Davidson, especialista en neurociencia afectiva. Según este investigador la resiliencia se caracteriza por una activación del córtex prefrontal, mayor en la parte izquierda del cerebro que la derecha. El córtex prefrontal juega un papel fundamental en las funciones cognitivas superiores y ejecutivas como el pensamiento, la consecución de metas, la emisión de juicios de valor, la predicción de consecuencias futuras de comportamientos actuales, la generación de expectativas… Además, las personas más resilientes tienen mayor materia gris en el cerebro lo que permite una mayor conexión neuronal y tienen fuertes conexiones entre la corteza prefrontal y la amígdala. Estos hallazgos desde la neurociencia afectiva no significan que la mayor o menor estructura de nuestro cerebro determinará para siempre si somos o no resilientes.
Afortunadamente, sabemos también que nuestro cerebro es maleable y puede cambiar. Ya lo decía un gran científico llamado Santiago Ramón y Cajal en su famosa frase: “todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”.
¿Cómo entrenar la resiliencia?
Por esto mismo la resiliencia es un elemento que se puede cultivar, a través del entrenamiento activo en la regulación emocional, priorizar lo positivo en nuestra vida, conocer y utilizar muestras fortalezas o los puntos fuertes de nuestro carácter, el afrontamiento activo de los problemas, cultivar relaciones sociales positivas a través de la empatía y la compasión, etc. De este modo, se ha encontrado evidencia científica de que tener y acumular recursos resilientes, lleva a las personas a conservarlos y sentirse mejor psicológicamente hablando.
Las adversidades de la vida es verdad que nos dañan y lastiman, aunque también nos ofrecen una gran oportunidad de crecimiento. Si nos enfrentamos a ellas con resiliencia podemos salir fortalecidos, con un aprendizaje sobre nosotros mismos y nuestras capacidades que nos permitirá ser más maduros psicológicamente y vivir con una mayor armonía.
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