En ocasiones, existen diversas circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si tenemos la suficiente fuerza y la voluntad para continuar adelante. En este punto tenemos dos caminos: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o bien, sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia.
¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia es el proceso de adaptarse adecuadamente a la adversidad (traumas, tragedias, amenazas, problemas familiares o de relaciones personales, problemas de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras). Significa “rebotar” de una experiencia compleja, como si uno fuera un resorte.
Ser resiliente no quiere decir que la persona no experimente dificultades ni sienta malestar, pues el dolor emocional y la tristeza son experiencias internas necesarias.
La resiliencia incluye pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona. Es decir, es algo dinámico y entrenable.
¿Cómo potenciar la resiliencia?
Como comentábamos, podemos aprender a ser resilientes, por lo que habrá aspectos que podamos trabajar para potenciarla:
- Establecer relaciones de apoyo en el entorno: Relaciones que supongan un apoyo seguro van a permitirnos afrontar situaciones adversas y no sentirnos solos. ¡Podemos pedir ayuda!
- Visualizar las crisis como obstáculos superables: Es importante dar sentido a aquello que nos ocurre desde una perspectiva positiva (dentro de lo posible) y realista. Normalmente a partir de las crisis podemos obtener aprendizaje.
- Aceptar los cambios como parte de la vida: Si flexibilizamos nuestra manera de ver las cosas que nos suceden veremos que podemos adaptar nuestros objetivos y así adaptarnos a las situaciones adversas que se presenten.
- Enfocarse en metas: No solo nos ayuda el hecho de fijarnos objetivos claros y realistas, sino también la búsqueda de diferentes alternativas para lograrlos.
- Actuar frente a las situaciones adversas: Ignorar los problemas no nos lleva a ningún sitio, por ello, podemos reflexionar sobre la situación en cuestión y actuar sobre ella.
- Trabajar la autoestima: Conocer nuestras potencialidades y debilidades es muy positivo. A partir de situaciones adversas también podemos conocer más sobre nosotros mismos y nuestras reacciones.
- Mejorar las habilidades de comunicación y solución de problemas: A veces las situaciones que nos llevan al límite están relacionadas con una mala comunicación que origina problemas. Por eso una comunicación clara y asertiva donde seamos capaces de expresar lo que sentimos nos va ayudar a no llegar al límite.
- Aceptarnos, cuidarnos y querernos: Al igual que en el punto de nuestras autoestima, es clave conocernos y mejorar en la medida de lo posible. Es importante también en este punto que tengamos en cuenta la importancia de hacer ejercicio, mantener una alimentación saludable y meditar para sentirnos mejor.
- Ser flexible y perseverante ante lo que nos preocupe: Ningún momento es estable, así que podemos fijarnos o plantearnos pequeños objetivos a alcanzar que nos ayuden a ir adaptándonos a los cambios.
En definitiva, las personas resilientes se comprometen con lo que les rodea cuando aparecen las dificultades, creen que tienen cierta influencia personal en lo que ocurre en sus vidas (luchan por conseguir buenos resultados evitando la pasividad) y aceptan que la vida les traerá retos y con ellos cambios, así que el aprendizaje es continuo.
Alba Psicólogos
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