¿Qué es y para qué sirve el enfado?
Ira, enfado, rabia, furia, enojo, irritabilidad, cólera, exasperación… Tener malas pulgas, mucho carácter… ¿Os suenan estas expresiones? Todas expresiones relacionadas con emociones y sentimientos que parten de una emoción básica común: el enfado.
Pero… ¿qué implica? ¿para qué sirve? ¿cómo podemos gestionarlo?
¡Pero bueno! ¡Veo que os asaltan muchas preguntas! De hecho, permíteme informarte que son preguntas habituales durante las sesiones.
Pues bien, encontrando respuestas múltiples como: “no sirve para nada, solo me molesta, es algo que no me permite expresarme como me gustaría, lo único que provoca es un sentimiento de culpa por no saber expresar lo que siento…”
En este artículo vamos a intentar entender al enfado un poco más, quitándole el disfraz de enemigo, entendiendo que es necesaria para nuestra supervivencia y comprendiendo el mensaje que quiere ofrecernos cuando aparece.
En primer lugar, es importante entender que todas las emociones se presentan porque son necesarias. En el caso del enfado, nos ofrece el mensaje de tener que expresar algo que nos molesta, defender nuestros derechos y si fuera necesario poner límites.
Implica diferentes tipos de respuesta en nuestro organismo para poder cumplir esta función:
- Pensamientos.
- Sensaciones fisiológicas: el corazón late más rápido, necesito más oxígeno y mi tasa respiratoria aumenta, se contraen mis vasos sanguíneos, tensión muscular y arterial elevada…
- Conducta: es la forma que tenemos de manifestar el enfado a quienes nos rodean, y es muy variable incluyendo desde ira contenida, verbalizaciones negativas hasta agresiones físicas. Y es que, es una emoción que nos da mucha energía predisponiéndonos al ataque.
Si se da una gestión deficitaria, conlleva una serie de consecuencias negativas:
- Sentimientos de culpa.
- Deterioro de relaciones sociales.
- Deterioro del propio organismo.
Una buena gestión del enfado implica también prevenir conflictos posteriores. Dichos problemas, suelen darse ambientes en los que nos sentimos más cohibidos para expresar esta emoción, como puede ser un ambiente más formal. Guardamos este enfado para expresarlo en aquellos ambientes, en los que nos sentimos más cómodos.
¿Qué estrategias podemos utilizar para gestionar el enfado?
1.Tomar conciencia de la emoción: nos permite identificar las emociones, volver a la situación sin ser impulsivos y pensar antes de actuar.
2.Tiempo fuera: si la toma de conciencia no ha sido suficiente y por tanto, la emoción sigue percibiéndose como intensa, lo mejor es que nos tomemos un tiempo alejados de la situación, persona o pensamiento causante. El time-out, permite bajar la intensidad de la emoción, planificar una solución si es necesaria y no dejarnos llevar por la impulsividad. ¡Es la pera limonera!
3.Ejercicio físico: ahora no tienes excusa… ¡qué mejor que descargar activación de un modo saludable!
4.Relajación: a través de diferentes sistemas como la meditación o respiraciones profundas.
5.Expresión del motivo de nuestro enfado: confrontación. ¿Cómo? A través de técnicas de asertividad. ¡Eso sí! Pauta de los buenas, ¡es recomendable cuando haya pasado la intensidad inicial de la emoción! No pretendas comenzar a hablar en plena erupción volcánica, a dejar que corra un poquito el tiempo… Una vez esto ocurra, preparados… listos… ¡manos a la obra!
Alba Psicólogos
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