Cuántas veces nos ha pasado…escuchar una canción y transportarnos de inmediato a ese lugar dónde la escuchamos hace años, a esa persona con la que la bailábamos, a ese viaje que hicimos hace tanto, a esa época en la que la cantábamos sin parar y reproducíamos en bucle… una y otra vez.
Es probable que algunas veces, al escuchar un trocito de alguna canción (aunque no la conociéramos), hemos sentido que nos removía algo por dentro, que de repente nos invadía cierta melancolía, o, por el contrario, la euforia y unas ganas locas de bailar y cantar.
¿Por qué están relacionadas la música y las emociones?
¿Por qué nos ocurre esto?, ¿cómo puede ser que las canciones tengan tanto poder sobre cómo nos sentimos? Pues bien, se debe a que la música actúa directamente sobre nuestras emociones. Recientes estudios llevados a cabo revelan que cuando escuchamos música se activan regiones del cerebro que forman parte del circuito fisiológico de las emociones, conocido como sistema límbico.
Otros estudios parecen encontrar que, ante canciones que nos resultan agradables por su tonalidad y ritmo, se estimula en nuestro sistema nervioso central la producción de dopamina y endorfinas, que son sustancias que contribuyen a nuestra sensación de bienestar. Además, como la parte emocional de las personas está estrechamente relacionada con la parte cognitiva (la de los pensamientos), es lógico que al escuchar una pieza musical nos vengan recuerdos y estimule nuestros pensamientos.
La música y su gran poder terapéutico
A raíz de comprobar la gran influencia y el efecto tan positivo que puede llegar a tener la música sobre las personas, la psicología se ha interesado por estudiar cómo incluirla y complementarla con la terapia como tal. En este sentido, surge la musicoterapia, definida como el empleo de la música y sus características particulares (como la tonalidad y el ritmo) para alcanzar los objetivos terapéuticos de recuperación, conservación, y mejora de la salud mental y física.
No importa la edad, género o lugar de residencia, la música está y ha estado presente en todos los contextos que rodean a los seres humanos. Es por ello que la musicoterapia tiene numerosas utilidades y posibles aplicaciones. Algunas de las más estudiadas actualmente son las siguientes:
- Por un lado, para trabajar con personas mayores, especialmente con demencia. Precisamente tiene gran utilidad en las demencias porque los recuerdos relacionados con aspectos afectivos y emocionales son los que más perduran, y especialmente en aquellas demencias donde las personas pierden la memoria, se ha visto que canciones que estas personas escuchaban de jóvenes les ayudan a recuperar recuerdos de entonces.
- También tiene gran utilidad en la adolescencia, además de en niños, y en personas con discapacidad intelectual y autismo, etc, porque al ser la música una forma de comunicación, que utiliza un lenguaje universal nos puede ayudar a conocer cómo se está sintiendo la persona, sin necesidad del lenguaje verbal.
- Además, ciertas melodías nos relajan y nos ayudan a concentrarnos en el momento o la tarea presente. En trastornos como la ansiedad y la depresión donde nuestros pensamientos tienen gran poder, se ha visto que la música “alegre” con ritmos repetitivos y melódicos nos ayuda a evadirnos de esos pensamientos, soltar tensiones y disfrutar, es decir, nos sirve para salir de esos bucles de pensamientos que nos hacen daño.
Un año como este que cerramos, en el que el estrés y la incertidumbre de la pandemia se suman las renuncias que hemos tenido que hacer para cuidarnos físicamente que psíquicamente nos resultaban recompensantes (como viajar, planes de ocio, reuniones sociales, etcétera) es más necesario que nunca establecer una compensación para cuidar la salud mental. ¡Te damos una idea! ¿por qué no pruebas a pensar en aquellas actividades que nos aportan bienestar y de las que sí podemos seguir disfrutando? El mejor ejemplo es nuestra protagonista, la música. Hemos visto todos los beneficios que tiene… ¿a quién no le está apeteciendo encender ya mismo la radio o poner esa playlist a todo volumen…? ¡Que el ritmo no pare!
Alba Psicólogos
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