En muchas ocasiones nos encontramos en la primera visita con padres que vienen preocupados por sus hijos, pero que no saben muy bien cómo comunicarles que van a acudir a una consulta de Psicología.
Algunos padres optan por no decir nada a sus hijos hasta el mismo día de acudir a la consulta, bien porque no saben muy bien qué decirles o bien por temor a que el menor se niegue a ir. También puede ocurrir que se le diga al niño que va a ver a un “médico” o a una “profesora”, para evitar ciertos prejuicios relacionados con la Psicología. Es habitual, por tanto, ver a niños que no saben muy bien dónde han venido, o que no tienen muy claro por qué están aquí.
Para evitar este tipo de situaciones incómodas tanto para las familias, como para el propio menor, es importante reducir su incertidumbre y que los propios padres transmitan al niño que acudir al psicólogo es tan habitual y saludable como acudir al médico cuando te duele la cabeza o como llamar a un fontanero cuando se nos atasca una tubería.
A fin de cuentas, el psicólogo es un profesional que ayuda a resolver dificultades relacionadas con las emociones, los pensamientos o las conductas, y acudir a terapia no tiene por qué suponer nada negativo.
Por ello, a continuación os dejamos algunas recomendaciones en función de la edad de los menores, que pueden ser de gran utilidad para comunicar la visita al psicólogo.
Hasta los 3 años
La visita se puede comunicar el mismo día, describiendo el entorno físico al que va a ir el niño, así como a la persona que va a conocer: se le puede contar cómo es la sala de espera, los juegos que puede encontrar, cómo es la mesa del despacho, cómo se llama la persona con la que va a estar, etc. Esto va a permitir saber qué se va a encontrar cuando llegue y, por tanto, acudir con total normalidad.
Entre los 3 y los 6 años
En estos casos, lo recomendable es comunicar la visita con un par de días de antelación, explicándole, además de cómo es el entorno, que va a ver a un especialista para solucionar un problema concreto, al igual que ocurre con los médicos: ayudarle con sus miedos, a controlar su enfado, a sentirse mejor consigo mismo, etc. En este caso, es importante ser concretos y concisos en las explicaciones, no excedernos demasiado y resolver todas las dudas que puedan tener.
Entre los 6 y los 12 años
En estos casos se puede comunicar la visita con algunos días más de antelación, de la misma manera que en el caso anterior, para que el niño pueda pensar en ello y realizar todas las preguntar que considere oportunas. Es importante que el menor comprenda que va a acudir a un especialista para solucionar un problema concreto y que los padres también van a recibir esta ayuda, de esta manera evitaremos que el menor piense que es el causante del malestar y evitaremos etiquetas negativas innecesarias.
A partir de los 12 años
En estos casos, es necesario buscar un momento y un lugar adecuados para hablar con el adolescente, donde exista una proximidad afectiva, un entorno relajado y el tiempo suficiente para poder abordar todas las preguntas, dudas o inquietudes que pueda tener.
Dado que en estos casos es más probable que existan ciertas resistencias a acudir a la consulta, los padres pueden describir en primera persona las preocupaciones que tienen, las soluciones que han intentado y sus deseos de ayudar y de recibir colaboración. Además, es importante no dramatizar la situación o culpabilizar al adolescente, ya que con esto lo único que conseguiremos será rechazo por su parte.
Una vez hecho esto, es probable que el adolescente no se encuentre en condiciones de dar una respuesta inmediata sobre la propuesta de acudir a un psicólogo. Por ello, puede ser útil invitarle a reflexionar durante un par de días sobre lo hablado y dejando claro que la decisión final es suya y ha de ser respetada.
Para aumentar las probabilidades de que el menor acepte, podemos intentar contar con el apoyo de profesores o amigos cercanos, que le animen a solucionar su problema. En algunos casos, puede ser útil también acordar algún tipo de recompensa por acudir a la terapia.
En cualquier caso, si el adolescente se niega a acudir a terapia, los padres pueden acudir igualmente para recibir ciertas pautas de actuación. De esta manera, el menor verá la implicación que hay por parte del entorno familiar para solucionar el problema y podrá dar pie a que se anime a acudir en otro momento.
En definitiva, no debemos tenerle miedo a comunicar este tipo de noticias a nuestros hijos, sino mantener una conversación natural, fluida y abierta sobre el tema con ellos.
Enlaces de interés:
https://www.copmadrid.org/web/files/CUENTO_definitivo.pdf
Alba Psicólogos
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